top of page

Primer Lugar: Diego Alejandro Echavarría. 

Fe y Razón.   Cortometraje.

Segundo Lugar: ​ Kenny Peña. 

Vetiti Litterae.   Cuento.

Tercer Lugar: ​ María Angélica Benítez. 

Las Mujeres de la Edad Media.   Video.

Cuarto Lugar: ​ Juan Antonio López. 

La Filosofía y Ockham.   Cuento.

Quinto Lugar: ​ María Camila Baquero. 

Pensar es una Peste.   Cuento.

Sexto Lugar: ​ Laura Natalia Bernal. 

Filosofía Medieval.   Resumen.

I

Se había notado algunas pequeñas e inflamadas manchas en el cuello, pero lo ignoraba, seguía pensando. Pensando. 

​

No tengo yo nada en contra de la fe, creo en Dios como creador y salvador, pero creo también que debe existir otro camino. ¿Cómo todo va a guiar a una misma verdad que encima es inalcanzable?

​

Quedaban ya pocas hojas, pero así funcionaba, se acababan las hojas mas no las ideas; se apagaba la vida mas no el pensamiento.

---

​“Autonomía del estado” tituló la siguiente hoja que, por ahora, seguía en blanco. No estaba en blanco su mente. Comprendía con suma claridad la necesidad de separar el estado y la iglesia, comprendía la impertinencia de dejar todos los privilegios en posesión de un sector tan limitado. Ahora solo necesitaba plasmarlo con tinta.

​

Previo a esta idea, había dejado escritas ya sus razones para justificar la división de la fe y la razón. “Dios es una verdad de fe y no de razón” era la frase que mas destacaba en aquella hoja, la frase que mejor describía su postulado.

​

Esa hoja no tenía ya espacio, de hecho, no tenía siquiera por qué existir. En un mundo donde el deseo de cambio es castigado, no es precisamente conveniente dedicar todo esfuerzo en defensa de una idea que, aunque se quiera, no va a ser aceptada por el colectivo.

​

No hubiese vuelto su mirada a aquel pedazo de papel de no ser porque notó en él una desagradable mancha de tono marrón. Sería mejor tomar un descanso. Se retiró de la habitación y salió a la calle, adelantando su diario paseo nocturno.

​

Entre tanto, aquel letrado intento de explicar las capacidades desasidas – más no enemigas– de la fe y la razón, voló por la ventana, hondeando suavemente por la ciudad hasta finalmente aterrizar en una calle sin mucha historia.

II

Mientras tanto, en otro lugar de la misma podrida ciudad un… ¿Doctor? Si, era un doctor. Un doctor –no es realmente importante quién es, sino qué dice, qué piensa–, pasaba todos sus días buscando explicar por medio de la lógica el camino conjunto que debían seguir la fe y la razón con el propósito de encontrar a Dios.

​

Pese a que era una idea bien recibida, representaba igualmente un arduo trabajo el excavar nuevos medios que la apoyasen más y más. Decidió entonces salir a caminar por las calles de aquella ciega y sorda ciudad.

​

Su tercer paso cayó sobre una hoja que estaba en el suelo. Se inclinó hacia para recoger aquel papel, lo tomó y, notando aquella ineludible y desagradable mancha marrón que tapaba algunas letras, leyó: “Dios es una verdad de fe y no de razón”. Reconocía esa fina e inconfundible caligrafía.

​

¿Cómo podía decir alguien semejante barbaridad?, ¿Cómo podía alguien creerla? No es posible.

III

Llegó la media noche, todo siguió igual. Amaneció, sin novedades. Se puso el sol, nada extraño.

​

Cayó de nuevo la noche y por las desoladas calles caminaban dos hombres. Eran de la misma clase, poseían los mismos bienes, vivían vidas similares; pero caminaban en sentidos contrarios.

​

El hombre de la mascara caminaba de norte a sur, por el lado derecho de la calle. El hombre cuyo rostro era visible caminaba de sur a norte y por el lado izquierdo.

​

De repente, ambos caminaban por el mismo lado de la calle. Se habían acercado ya demasiado y luego… Luego solo caminaba uno de ellos.

​

El hombre de la mascara se alejaba lentamente mientras aquel otro yacía en el suelo con una espada que atravesaba su pecho.

IV

Una mujer se había percatado del hecho y el hombre de la máscara lo sabía. También sabía que no había nada que esconder, al fin y al cabo había hecho lo correcto.

​

Así que la miró directamente a los ojos y, oculto tras su máscara, dijo: “tenía la peste”.

Otros Trabajos:

Carlos Aldair González. 

Espíritu Medieval.   Poema.

Diego Nino. 

Esta difícil prueba.   Cuento.

Joaquín Daniel Díaz. 

Memorias de un hombre medieval.   Cuento.

Rodrigo Andrés Pérez. 

Edad Media, la poesía.   Poesía.

Zulma Cepeda. 

Aletheia y el Viento.   Cuento.

Humberto José Echeverry. 

Diálogos de la Vid y el Centeno.   Diálogo.

Andrés Felipe Díaz. 

Pandemonio.   Cuento.

Juan García. 

Edad Media.   Video.

Luis Amín Velasco. 

Monólogo Interior.   Monólogo.

Marlon Denis Jiménez. 

Ciencia y Religión.   Ensayo.

Oscar Andrés Menjura. 

La casa ya no es mía.   Cuento.

LA CASA YA NO ES MÍA

 

    Una noche desperté y ya no estaba en ella. Salía frecuentemente, solía transitar por un camino lineal preestablecido, digamos que esa costumbre era una forma de escape, no de la realidad sino de lo inmóvil, de lo impuesto y de lo aparente, piénsese, si se quiere, en que cuando salía de la casa asumía una conducta reaccionaria y hasta subversiva en franco detrimento de lo dado. En los últimos meses recorrí largas distancias, nuevas rutas, fui más allá, me alejé tanto de la casa hasta que, presumo, me desorienté y perdí el camino de regreso.

 

¡La recuerdo!, poseía una fisonomía muy similar a la de un templo, teñida de un blanco resplandeciente, su arquitectura imponente sobresalía en el bosque espeso que había en derredor, majestuosa y noble a la vez, con grandes ventanales luminiscentes por la luz del interior; adentro, voces y siluetas interactuaban amigablemente.  

 

Ahora estoy perdido en un paisaje negro, sigo abriéndome paso entre figuras amorfas que danzan en la sombría noche, aunque ciego, sigo adelante, abriéndome paso centímetro a centímetro, ¡es peligroso! Las tinieblas acechan con la firme intención de absorberme y adherirme a ellas como uno más de esa legión obscura; continúo por donde el instinto me guía, estoy dejando de ser yo, en ese instante irrumpe en mí un sentimiento, ¡estoy cerca!

 

La primera luz en meses aparece frente a mí, ¡es ella – mi casa!, logro distinguir su silueta robusta y delicada a medida que avanzo, su tibieza me alcanza y disipa el hielo de mis huesos. Intento ingresar, pero una figura femenina desgastada, con sonrisa macabra, andrajosa y hostil cuya estampa inyecta horror en mis entrañas, con voz gutural me dice: márchate esta casa ya no te pertenece, no puedes volver a ella. 

 

Gobernado por el pavor me abalanzo hacia su integridad con la firme intención de dominarla, la golpeo vanamente, ella me domina, mientras me repongo, escucho una voz cándida que proviene del interior de la casa, dice que no me rinda, que ataque, mas con estrategia que con fuerza, sin embargo, es tarde, las heridas que me infligió son hondas y graves. 

 

Con todo, un pensamiento ocupa mi mente – sé que si consigo entrar viviré aunque tenga que morir primero - por ello, en pie, libro la última batalla.

Eduardo José Acuña. 

Coplas.   Coplas.

Gustavo Villamizar Mayo. 

Anastasia, la bruja medieval.   Cuento.

Edgar Hernández. 

Filosofía Medieval.   Resumen.

Brayan Duvan Velandia. 

Filosofía Medieval.   Infografía.

Ivette M. Conde. 

Rumores peligrosos.  Cuento.

Brayan Duvan Velandia.png
bottom of page