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Una historia medieval del hombre

  • Foto del escritor: César Ibarra
    César Ibarra
  • 18 dic 2020
  • 3 Min. de lectura

Estudiante: Mauricio Chávez

Trabajo Creativo: Una historia medieval del hombre

Técnica: Cuento novelado



Una historia medieval del hombre

Durante parte de su vida, Juan Roldan se había dedicado a la agricultura en un pequeño terruño que le había dado en alquiler un señor feudal de apellido Márquez, quien vivía en las laderas del río Monterry. El señor Roldan sembraba y cosechaba nabos, aceitunas, algunos granos. Durante toda su vida se había alimentado bajo una dieta de estos productos, acompañado ocasionalmente de pan, y muy pocas veces de carnes de aves o mamíferos que habitaban en los alrededores del bosque que estaba al lado de su pequeño rancho.

Roldan vivía con su padre y otro hermano quien también ayudaba en las tareas agrícolas. Cuando las cosechas estaban listas, Roldan y su padre organizaban el 70% del producido para entregarlo como forma de pago. Luego disponían de un 10% para su consumo y el 20% restante lo destinaban para intercambiar por otros productos como ropa, pan, pieles, ollas, entre otros. Ellos vivían en condiciones bastante complicadas, porque pertenecían a la clase menos favorecida de la sociedad: los siervos de la gleba.

No obstante, Juan Roldan desde muy niño había desarrollado un interés por la contemplación de la naturaleza, de los seres humanos, de la vida. Él quería comprender la esencia de la vida, entender porque Dios había hecho un mundo tan maravilloso. Cuáles eran sus razones para diseñar una vida tan perfecta, una naturaleza tan agradable y llena de vida, un hombre, que aunque imperfecto, bello en muchos sentidos.

Desde la niñez, Roldan se sentaba en una piedra que daba junto a un río y desde allí se ponía a pensar acerca de la vida, del destino del hombre, de la vida que Dios había concedido a los seres humanos. Aunque sus padres eran analfabetas, con la ayuda del monje de la iglesia San José, él había aprendido a leer y escribir y dedicaba parte de sus horas a leer la biblia, desde luego, el padre no se enojaba por esta actividad, pero le molestaba cuando Roldan se negaba a hacer una actividad por estar en otros menesteres.

Con el tiempo, el espíritu filosófico de Roldan se desarrolló, no quería continuar ser un siervo de la gleba, quería intervenir en otros asuntos del espíritu humano. Al cumplir 20 años, aun en contra de la voluntad de su padre, Roldan se fue al Monasterio de Santa María de Parral para dedicarse a la contemplación, la oración y la vida como un escritor al servicio de Dios.

A Roldan lo atraía los diferentes debates más pujantes en el pensamiento de su tiempo: quería entender la relación entre fe y razón, quería comprender el sentido de la predestinación, quería comprender las formas en que se puede llegar a Dios a través de la oración y tenía un interés particular por saber acerca de la castidad, la caridad.

Roldan llego al monasterio e inmediatamente comenzó una vida de meditación, combinada con la revisión de los textos bíblicos más importantes y la escritura de sus propias ideas. Una de las partes que más interesaba a Roldan era la biblioteca del monasterio, donde no solamente había textos religiosos, también había una colección ingente de textos de astronomía, medicina, filosofía griega, historia, lógica y lenguaje. Todos estos libros eran devorados por Roldan cuando se sentaba en las sillas de madera de roble, tan frías como las piedras de los páramos, pero esto no le importaba a Roldan, quien se mantenía durante horas en la biblioteca. Él solo salía de allí cuando era llamado a cumplir con las obligaciones monásticas o cuando tenía que realizar una actividad de la vida sacerdotal.

El propósito principal de su actividad como escritor era la enseñanza: quería que sus textos sirvieran como formadores de futuros sacerdotes que se formarían en aquellos monasterios o abadías. Él convencido de que la iglesia cristiana estaba pasando por un mal momento, que la gente estaba perdiendo la fe y especialmente, estaba convencido de que distintas creencias paganas, herejes o diabólicas se estaban apoderando de la fe de las personas. Por esta razón, Roldan apoyo la decisión del Papa Lucio III, firmó la Bula papal que establecía la inquisición contra la herejía.

Finalmente, Roldan murió a los 75 años, vivía en la ciudad de París, donde estaba dirigiendo una iglesia católica.

 
 
 

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